jueves

como dos extraños

*
Si fuéramos dos extraños
que se encontraron por casualidad
yo sé que mis pensamientos
estarían en otro lugar.

Te hablé de una sensación
vos pensaste en algo más
porque nos une una fuerza
que no nos deja liberar.

Si pudiéramos conocernos
hoy por primera vez
no habría historias ni cuentos
que nos obliguen a entender.

Sería la caricia en el momento
con lo que podríamos jugar
para olvidarnos de un destino
que no deberíamos ni pensar.

Si fuéramos dos extraños
nos podríamos entregar
a las sensaciones de un cuerpo
que nos pone distancias al hablar.

No busques la eternidad.
No pienses más allá.
Dejame explorar tu risa
¿o la querés olvidar?

No sientas miedo a la fuerza
que podemos crear juntos.
No trates de explicarme
nada que no sea tuyo.

Seguí caminando tranquilo
que yo me puedo sumar a tu camino
sin necesitarte ni un minuto,
compartiendo sólo el instante
en el que los dos sabemos
que nos miramos mejor.
*
*
*

tiempo, des, tiempo, des, tiempo, des

*
Me gustaría tener esa mente que mezcla sentidos y encuentra absurdos.
Me gustaría dejar de buscar la rima y soltar la energía.
A veces pienso despacio, y se hace tarde para hablar.
No me corrés.
No me seguís.
Pero yo te quiero decir.
Nunca alcanzo al tiempo, porque me pierdo en las trabas de la cabeza.
Nunca te ubico en la peor de las condenas, porque mi reflejo siempre tiene algo que enseñarme.
Y no sé si soy yo.
Me gusta pensar que sí, porque entonces el cambio no depende de nadie más.
Y nunca sé cuándo termina. Ni si tiene que terminar.
Pero el reflejo sigue diciendo que falta algo más.
No me corrés.
No me seguís.
Y yo te tengo que decir
que si pudiera encontrarme
verías más allá de mí.
*
*
*

lunes

los lunes a veces me caen mal

*
¿Y cuándo iba a ser, entonces, el momento de mirarse a los ojos y decirse Te quiero sin hablar?

Ella buscaba sus manos y ansiaba su mirada. La completaba esa sensación de mujer que sólo él depositaba en ella. La despertaba, le daba forma. En el final de un recorrido tan propio que nunca podría haber transitado sola.

Él dormía.

Y parecía que soñaba con arañas, con terremotos, con sensaciones que le hinchaban el pecho, le abrían la boca y le movían la cabeza.

Ella lo oservaba.

Toda la noche había buscado su abrazo. Toda la noche había dormido sola.
Ella ya no podía volver a cerrar sus ojos. Él no lograba abrirlos.
O no quería.

Las nubes ya dibujaban claridad a través de la puerta de esa habitación compartida. Por intuición femenina o vaya a saber uno qué sexto sentido, algo la alertó.
Ya no sentía la sincronización de sus respiraciones. Sus manos ya no se encontraban espontáneamente entre la densidad del aire. Ya no era ella quien hinchaba su pecho, abría su boca o movía su cabeza. Ya no era ella quien estaba en sus sueños.

Lo observaba.

Sentía en la carne el desprendimiento. Como si sus cuerpos hubieran estado unidos por cables, sentía cómo uno a uno se iban cortando, cada vez más rápido, por la tensión de su distancia. Sentía cómo una fuerza que ella no controlaba, la tiraba de su espalda y la alejaba cada vez más de él.
Luchó. Creyó. Quiso respetar su propia convicción del presente como momento de vida.

Volvió a dormir y cuando despertó, se dio cuenta de que el momento había pasado. El Te Quiero ya había sido. Había sido presente en un tiempo anterior.

Casi sin dolor, se desprendieron definitivamente, hasta siempre.

Él nunca supo que en sus ojos ella se había encontrado.

Y eso lo hacía eterno.
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