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El que venía semidormido, se despaviló.
El pibe con campera de la AFA (y con su celular siempre en la mano) se paró y se ¨semipuso¨la mochila. Casi pareció intentar escapar.
El chabón de lentes que parecía estar leyendo unos apuntes (como si estuviera yenda a rendir un parcial), levantó la vista de su montón de hojas, y con cara de nada, la mantuvo hacia el frente.
El de traje y morral se acercó hasta la ventana inmediatamente. No quería perderse de nada.
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El furgón parece suspenderse en un instante del aquí y ahora.
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Arranca el tren y todas las miradas siguen a un punto fijo que quedó en el andén. Un punto que yo no veo porque está a mi espalda, apoyada sobre una de las paredes del vagón. Un punto que no escucho porque uso auriculares.
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La sensación de alarma ante todo, entre todos.
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Una estación más adelante, suben uno…dos…cuatro…cinco…¿seis gendarmes?. Caminan el furgón haciendo con sus ojos radiografías de cada uno de nosotros. Refugiados en sus uniformes. Usan palabras como ALERTA y señas de PELIGRO para comunicarse entre ellos, ubicados cada uno en una parte del vagón fumador.
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Parece estadio de sitio y no una democracia a todo vapor.
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Yo me quedo en mi cuaderno. No saben que acá hay un pedacito de revolución. Revolución del corazón, buscando un equilibrio mejor.
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palabras que suman