martes

¿soy yo?


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Ella sabe de otro mundo. No se engaña con mentiras. Pero prefiere taparse los ojos un ratito, abrir los dedos para ver sólo lo más lindo de esta realidad de reglas, estructuras y mandatos que nos impusieron tanto antes que algunos hasta la creen natural. Ella sabe que no es natural, pero elige subirse al tren donde todo sucede más rápido, más fácil, más socialmente aceptado.

Y yo me pregunto qué espera ella, entonces, de la vida. Y ¿qué espero yo?

Se levanta y afirma con total seguridad las ganas que tiene de que su vida sean 20 cuadras a la redonda. Si la casa, si la farmacia, si el hospital, si la oficina, si el kiosco, el super y el cine están todos a la vuelta de casa, mucho mejor.

Y yo me pregunto si es que no le interesa conocer otra vida.

Con una extraña complicidad que no entiendo de dónde viene, un poco se ríe de la extremidad de los pensamientos de otra, de una que no ve más que divisiones, estratos, estatus, categorías, niveles en cada persona que se cruza en su realidad, porque no existe otro mundo que su mundo.

Y yo me pregunto si no se da cuenta de que es lo mismo.

Yo me pregunto si son tantas las máscaras para sacar que nunca encuentro una cara de verdad. Y me pregunto si no será que las preguntas nunca van a tener respuesta. Y me pregunto si estamos tan solos que no podemos juntarnos a cambiar. Y no me canso de preguntar. Tantas cosas que me parecen absurdas. Tantas frases que quisiera borrar. Realidades que no tienen sentido si sólo ven hasta acá. Si no cruzan el cristal de su protección. ¿Cuándo nos enseñaron a vivir sin cuestionar?
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